Adolescencia plena, año 1999, Juan y María se conocen en su primer año de secundaria. Tienen 14 años, Juan es 6 meses mayor. Él es terrible, el menor de 9 hermanos, varios varones, con problemas familiares; ella súper inocente, la mayor de tres hermanos, familia tradicional, muy cuidada, llena de actividades, estudia idiomas, hace deportes, y tiene una dulzura increíble.
Él se derrite ante esa belleza de ojos azules y cabello oscuro, ella por el chico de 1,90 que le dice cosas hermosas y le dedica canciones y poemas. Él tiene todo el carisma, ella toda la inocencia, pertenecen a dos mundos distintos, pero se encuentran, y comienzan a escribir una historia que los va a marcar de por vida.
Durante tres años aprenden uno del otro, ella lo que es la vida fuera de su maravilloso y perfecto mundo, él que hay un mundo mejor; ella que existen las mentiras, los engaños, el dolor, él que todo eso sólo conduce al sufrimiento; ella que tiene mucho para dar, pero que también debe recibir, él que necesita mucho de ella, pero también tiene muchas cosas hermosas para ofrecerle... y tantas otras cosas.
Él se convierte casi en un miembro más de la familia de ella, que contiene así a los dos; ella es para la familia de él como un ángel que llegó para acompañarlo.
El tiempo juntos llega a su fin cuando María cumple los 17, simplemente porque tenía que llegar, sin demasiadas razones más que el hecho de crecer, pero el tiempo compartido deja en ambos huellas imborrables, aún cuando fue (o quizá por serlo) un amor de adolescentes de otra época, dónde el amor físico no era parte de la historia, pero la entrega emocional era absoluta. Una historia hermosa, de ésas que se guardan en la memoria como un tesoro.
La vida continúa para ambos, cada uno termina el secundario, ella parte a estudiar en la universidad, él consigue un buen trabajo, aparecen nuevas personas en las vidas de ambos, pero nunca dejan de comunicarse, como si supieran que a pesar de la vida que pasa el otro siempre va a ser especial. Cada tanto, generalmente en los veranos, cuando ella vuelve por vacaciones, se encuentran como buenos amigos, se cuentan sus cosas, se ponen al tanto de la vida del otro, y tratan de mantener una linda amistad.
Juan tiene 24, María 23. Ella es la única persona que cada año se acuerda de mandar un mensaje en ese día tan doloroso para él, y Juan de alguna manera presiente cuando ella está triste; María siempre está en los momentos más difíciles de él sin saberlo, como si una fuerza superior la enviara, Juan (sin ser religioso) pide por el bienestar y la felicidad de ella…
Una historia como tantas, de dos chicos como tantos, de un amor como hay muchos. Sin embargo no se la puede dejar de escribir, ni cerrar, porque ella quiere al amigo, y él ama a la mujer; ella ayuda al que amó, y él necesita a la que ama; ella le pide que se deje amar y se de la oportunidad de amar a otra mujer, y él le dice que se deje amar y le dé una nueva oportunidad; ella no lo ama, y espera el amor de su vida, y él siente que no hay otra mujer para él, y la espera a ella…
En las catacumbas del pensamiento
Hace 7 horas
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